KOTÓ, una marca de producción a escala humana, sustentable y revolucionaria
A través de materiales y teñidos naturales Samantha encabeza su marca al sur de México bajo un modelo de producción limitado. Su proyecto es prueba de las alternativas de comercialización.
Muchas veces romantizamos el mundo de la moda, seguimos “estándares” y por un momento creemos que la moda son los influencers, las revistas o las pasarelas europeas. ¿Existe alguna alternativa de representar la moda? Desde mi experiencia sí y esta nueva serie es una prueba de ello. Te invito a que sigas leyendo y descubras proyectos de moda diferentes que incluso van “en contra del sistema” por así decirlo.
En esta ocasión mi intención es mostrarles 3 pequeñas marcas mexicanas ubicadas en Oaxaca, Jalisco y Puebla, cuyos modelos de producción, de comercialización y económicos rompen con una dinámica establecida por la industria de la moda. Muy pendientes porque estará divididas en 3 entregas las próximas semanas.
La diferencia que quise hacer esta ocasión es alejarme un poquito del clásico acercamiento artístico e indagar más en el tema económico y comercial (un reto significativo) principalmente porque son marcas que desde la periferia han entendido su entorno brindado empleos y consolidando su espíritu creativo donde la sensibilidad humana es clave del crecimiento.
KOTÓ liderada por Samantha. Oaxaca
El nombre KOTÓ deriva de la palabra COTÓN que significa “tela de algodón estampada de varios colores” (S.R.A.E), pero también se utiliza para denominar a prendas hechas artesanalmente con cortes rectos y cuadrados aprovechando el cien por ciento del lienzo.
Desde Oaxaca, Samantha trabaja en su taller a una escala humana, no industrial, produciendo no más de 3 piezas del mismo modelo. A través de materiales y teñidos naturales, así como abordados y confecciones manuales, las prendas de KOTÓ integran una mirada arquitectónica como un plus a un proyecto que se sostiene por su compromiso por la creación de indumentaria sustentable y local para que puedan converger en la actualidad.
Juan Ramón: He visto que muchas de las prendas que haces son de color azul intenso. ¿Cuál es la relación que tienes con el color? ¿Tiene algún significado o propósito?
Samantha: Sí, yo diría que por dos razones principales. La primera, porque dentro de los teñidos naturales es el más estable que existe. No es tan susceptible al pH humano, por así decirlo. Entonces, una prenda hecha en índigo o en añil va a perdurar más. Esto fue importante porque hace cinco años, cuando empecé con los tintes naturales, no había este conocimiento sobre esta práctica. La gente no confiaba en productos que fueran producidos bajo estas técnicas.
También he encontrado un gusto por el color. El azul está muy relacionado con cosas celestiales, como una cosa de magnificencia.
JR: Profundizando en la identidad de tu marca, ¿De qué manera crees que te ha influido la cultura de oaxaqueña en el ADN de la marca?
S: Oaxaca es un paraíso de color, de técnicas, de textura, es gastronomía, arquitectura, indumentaria tradicional y mucha de nuestra indumentaria tradicional y actual se mezcla entre sí.
Me encanta y me siento muy afortunada de poder ver estos procesos de evolución en la vestimenta, yo pienso de manera distinta acerca de qué tan estricto debería ser la vestimenta tradicional, esa idea de no modificar ni milímetro. Al final la riqueza es seguir evolucionando.
Samantha llegó a la indumentaria a través de la admiración y curiosidad textil mientras estudiaba Arquitectura en la Facultad de Arquitectura 5 de Mayo de la UABJO, de donde le quedaba muy cerca el Museo textil de Oaxaca. Sin embargo, el primer antecedente fue cuando desde niña sentía fascinación por los colores de las revistas de moda.
“Me fascinaban las posibilidades en las cuales un hilo, una aguja y la mano pueden expresarse, ya sea en bordado, en un telar de pedal o simplemente conocer las diferentes técnicas de bordados de las regiones”.
Toda esa riqueza que vio le encantó al punto que varios de sus diseños están basados en las exposiciones que visitaba. De hecho, me comenta que su perspectiva sobre alterar la forma tradicional no es algo que vaya con ella. “Te tardas demasiados días en un telar de 50 centímetros como para cortarlo o para hacer los hermosos bordados del Istmo y que no tiene sentido cortarlo para hacer corsets más estilizados”, reconoce.
Esta lógica repercutió en su proyecto de manera significativa al punto de querer optimizar el material para darle valor al tiempo que invierten en realizar un lienzo. Abrazando las proporciones, formas y técnicas.
JR: Ya que estamos en este tema, ¿qué es para ti la innovación? Pero más allá de eso, ¿cómo la integras en tu proyecto?
S: Personalmente, en mi proceso, siento que la innovación, si es que hay alguna en mi proyecto, ha sido un proceso de prueba y error. Más bien ha sido el resultado de procesos y de hacer conexiones de mi quehacer como arquitecta.
Cuando aprendí la técnica Shibori, por parte de una maestra extranjera, me dijo: básicamente es hacer amarres y puedes marcar un punto aquí y un punto allá, costurarlo, lo presionas y lo tiñes. En ese momento para mí fue como: Este es un patrón, ¿no? y la unión de dos puntos crean una línea, un concepto básico de arquitectura.
Esta unión de conocimientos entre la arquitectura y la técnica de textil han hecho que sus prendas tengan un factor geométrico y de patrones dándole rigidez, elegancia, consistencia y un sello característico.
“Siento que la palabra innivación está muy ligada con el futuro, pero en mi perspectiva, siento que quizá puede traer o retomar prácticas del pasado”.

Algodón, lino y tintes naturales
La cuestión de los materiales en todo proyecto que se diga sustentable es importante de checar para no perder de vista. En el caso particular de Kotó, existe una regla al respecto: solo usar fibras naturales que con el tiempo puedan degradarse.
“Quiero que cuando llegue el final de su vida útil, hagas un hoyo en el patio de tu casa, la entierras y ya está, porque sabes que va a deshacer porque está hecha de fibras naturales”.
Me comenta que trabaja con algodones tejidos en telar de pedal de Teotitlán del Valle y en su mayoría materiales nacionales, aunque el lino no es un material que se de tanto de manera nacional.
Estos materiales se integraron a los teñidos naturales, que en un principio no fueron tomados en serio por las personas debido a que tenían dudas de su durabilidad. Con el tiempo los compradores entendieron cómo funcionan y las ventajas de volverse a teñir. Pero lo más importante desde la perspectiva de Samantha, es que con esta técnica ninguna vida se pone en riesgo, lo que ocurre con los procesos de teñido industriales debido a sus componentes tóxicos.
De hecho, una forma que idearon es que en temporada de lluvias es cuando más tiñen para reciclar esa misma agua. Un ejemplo del efecto contrario fue cuando lanzaron la colección Zibá, que no fue teñida debido a que fue hecha cuando era temporada de sequía.
“Era un ejercicio imaginativo de qué pasaría si se acaba el agua, y por consecuencia todo y que ni el lino se pudiera producir. Fue un reto personal y también un gustó hacerla”.
Proyecto distinto, distintos desafíos comerciales
Una de las características que descubrí al hablar con Samantha es que sus colecciones son a baja escala, lo cual ha sido un modelo difícil de seguir en el sentido económico porque de alguna forma “ponerse el pie”, como si no quisieras vender. Pese a esto, tiene razones contundentes para elegir este camino.
JR: ¿Cuáles son esos desafíos en esta forma de comercializar?
S: El reto es a nivel económico. Este proyecto lo he intentado llevar por un camino donde podamos dormir bien por la noche, que no sienta que va en contra de los valores de mi marca y míos.
Yo estoy involucrada en todos los procesos, soy media obsesiva con saber cómo se hacen las cosas y estar consciente de todo lo que cuesta la costura, el hilo, el tejido. De hecho también tengo otra norma en el taller: No producimos más de tres modelos.
Por ejemplo, si viene una tienda y dice yo quiero 20 modelos de estos Samantha dirá que no, porque no hay manera, ya que no trabajan con máquinas ni pretenden serlo. además de esta razón, me comenta que personalmente al estar cosiendo la tercera prenda de un mismo modelo lo encentra algo demasiado repetitivo, como una práctica como de enajenación sin disfrutar ni poner atención a lo que se hace. “Es difícil porque es ir en contra el sistema”, reconoce Samantha.
JR: ¿Entonces cómo sostienes el proyecto? ¿Cómo logras vender? Y ¿cómo le haces para darle la espalda a un pedido cuando significan ingresos?
S: Primero, nos hemos esforzados a lo largo de 5 años en los que he tenido que aprender mucho de costear, hemos tomado diplomados, talleres y afortunadamente tengo una contadora increíble que también es mi amiga, que fue la que desde un inicio me ayudó a comenzar nuestros archivos de costeo.
Fue necesario preguntarme ¿cuánto te tarda Samantha en bordar? ¿cuánto se tarda para costurar una tela? Fue un trabajo que nos llevó casi ocho meses, en crear un archivos de todos los materiales, el tinte, la leña, cada cosa, desde lo que cuesta desde 20 pesos.

“Es algo que no disfruto hacer, pero necesario porque no hay nadie más que uno que sabe todo el proceso”.
Muy sinceramente me comparte que al no aceptar vender más de 3 piezas del mismo modelo se siente como un riesgo porque parecen ofertas tentadoras. Sin embargo me confiesa: “Pero mi proyecto no va por ahí mi y claro que cuesta, por que cómo le dices no a cierta cantidad de dinero”.
Por fortuna también ha encontrado aliados comerciales que son muy conscientes un modo de vender y comprar. Ante esto me comparte: “Muchas tiendas te pagan hasta que se vende o a la famosa conciliación y no hay otra manera, yo no creo que sea una manera de un ganar-ganar. También quienes producimos, estamos invirtiendo y del otro lado debería haber una corresponsabilidad”.
“Creo que se soluciona hablando y llegar a acuerdos porque tengo un taller donde soy responsable de las personas que colaboran conmigo. Somos un equipo que normalmente no se ve en las redes sociales, yo ya no lo hago sola. Hay quien hace los Shiboris, los bordados, o quien me ayuda con la costura o los teñidos”.
Oaxaca. Realidades e inspiración
JR: ¿Qué realidades has encontrado respecto a la moda en Oaxaca?
S: Oaxaca es un paraíso textil y con más de 500 municipios existen diferentes realidades. Oaxaca vive un ambiente muy tenso de luchas sociales y cuestiones políticas. Es muy lamentable, porque siento que es una ciudad que tiene demasiado potencial, pero con muchos problemas que no se pueden solucionar arreglando calles.
JR: ¿Y cómo esto ha impactado esto en tu marca y en la forma en la que la gente ve tu proyecto? ¿Qué dificultades has tenido? ¿Y qué ventajas has encontrado?
S: En Oaxaca hay muchas galerías de arte y mucho artista con espíritu creativo, y eso permea en la marca. Me encanta ir caminando y ver las trenzas de las señoras, su ropa, sus colores. Aquí siento que es un lugar muy bueno para un proyecto como el mío
Del lado negativo es que desde hace mucho tengo un pequeño problema con la producción en cuanto a la costura, o sea, ósea acá hay bordadoras, tejedoras, teñidores, etc. Pero el quehacer del oficio de la costura como tal no hay algo profesional y fino. Y es algo que gusta que tengan las prendas.

JR: ¿Entonces tú mandas a otras ciudades a terminar las prendas?
S: Yo intenté trabajar con un sastre en Ciudad de México, que me habían dicho que tenía una hechura bellísima, pero la distancia no ayuda mucho y mi idea es que todo se haga acá y actualmente trabajo con dos personas a las que les estoy enseñando a pulir su técnica de costura.
El coser fue algo que aprendí como segunda carrera técnica de diseño de modas, corte y confección, y todo lo que hice de corte de confección lo aprendí ahí. Y todo lo que me enseñaron mis maestros como de esa costura milímetro a milímetro. La escuela se llama Yakaikian.
JR: ¿Cómo ves la escena de la moda en Oaxaca actualmente? ¿qué proyección me puedes dar a futuro en cuanto a moda?
S: Personalmente tengo un tema con la palabra moda, porque si buscas un significado va por temporadas, lo cual siento que lo vuelve desechable, por eso no lo utilizo mucho. Yo simplemente digo, hago indumentaria bajo estas características y estos lineamientos. Y espero que también sean prendas que se puedan heredar, que quizá puedas dejárselas a tu prima, lo que sea en lo que termina su vida útil.
Creo que Oaxaca es una vitrina, un escenario muy rico. Hay muchos creativos, mucha gente comprometida con su quehacer que está innovando, experimentando, jugando. Yo no pienso en esa competitividad, de que alguien te esté copiando, creo que como tal, a menos que hagas una copia exactita, eso nunca pasa.
Siempre le metes en tu cosecha, a lo que sea que produzcas, aunque te hayas inspirado. Para eso son las ideas, para que sean reproducidas, copiadas, interpretabas. Incluso yo veo un color, o una trenza y digo quiero eso. Hay para todos los gustos.
Lo más importante es que se produzcan empleos y hablo desde las personas que venden prendas de dudosa procedencia en la calle, hasta la tienda con costos más elevados. Yo digo, mientras entre dinero a esta ciudad y ayude al sistema de indumentaria, de comercialización y de trabajos, está bien.
Yo antes tuve problemas con eso, dudaba si era lo correcto. Y después pasó algo muy chistoso donde dije, ah claro, yo vendí una prenda a una chica extranjera, yo le pago a mi aliado en Teotitlán y ese dinero se va hasta Telacolula, por así decirlo porque, ahí se compran insumos. Al final, el dinero es para moverse. Deje de tener esa relación un poco extraña con el dinero, que al final es solamente transaccional.
¿Dónde conseguir una prenda de KOTÓ?
Si no vende más de 3 piezas por modelo, entonces ¿dónde o cómo se puede encontrar su trabajo? Como todo proyecto independiente que tiene un modelo de producción diferente, tan intentaddo de todo, desde vender en expos, pop-ups, mercaditos, tiendas y mása. Cada una de ellas con sus errores y apredizajes.
Ahora lo que están implementado es vender a través de colaboraciones con tiendas que entienden el modo de trabajo de KOTÓ, entienden sus términos y condiciones para que ambas partes salgan beneficiadas. Una de estas tiendas es Taller Serra y Aurelia Concept Store en la CDMX y próximamente en EUA.
“Taller Serra se ha convertido en una gran amiga, al igual que Aurelia, y creo que lo más lindo que este proyecto me ha traído son las relaciones personales y la gente que he conocido a través de esta práctica”.
Me comenta que otro modelo de comercialización que están implementando es trabajar bajo pedido sin una sobreproducción. “En lugar de eso decir, tenemos estas colecciones, ¿cuáles te gustarían, lo podemos personalizar, pero si tú quieres algún modelo teñido especial adelante (añil, cempasúchil, grana cochinilla), añade.
“Siento que estamos funcionando bien así, y de hecho se nos saturó un poco la agenda estos meses, lo cual agradezco mucho porque nos da un poco de estabilidad económica. También es una forma diferente de percibir las prendas porque le van agarrando cariño incluso antes de ponerlas”,

Como pueden ver, no hay una fórmula secreta para sacar adelante una marca, especialmente si es disruptiva en la formad de producción y distribución. Este tipo de trabajo no es sencillo y como este hay otros más allá de nuestros límites geográficos, que siento, muchas veces ignoramos.
Si aún no conocías KOTÓ es momento que la sigas en sus redes, te las dejo aquí debajo y espero que ahora que la conoces te des cuenta de las variantes que existen para hacer ropa en México, y los alcances que tiene. Serán marcas pequeñas, pero con mucho capital humano.
Nos vemos en la siguiente entrega de Carpetas de Moda con la siguiente marca, se trata de Alan Zepeda, radicada en Atlixco, Puebla.
Muchas gracias por seguir y apoyar Carpetas de moda 😊
Interesante modelo de negocio. Las prendas son bellísimas
Eso fue lo primero que me capturó! Y después conocer su modelo de negocio y principios me quedé fascinado :)
Muchas gracias por leer y comentar 💞